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paco o ladrón 2

paco o ladrón 2 A las once en punto volvió a la prefectura para almorzar. El día estuvo tranquilo, salvo un atropello en la avenida Blanco, en donde siempre atropellaban a alguna persona. Salvo ese accidente, nada más. Le fue asignado su cuadrante de patrullaje en el centro de la ciudad, un perímetro aproximado de unos cuatro kilómetros. Esa mañana la lluvia se había detenido después de caer implacablemente por casi dos semanas. Las nubes marchaban hacia el este dejando ver el cielo de un azul intenso. Le agradaban esos días en que escampa después del temporal. Los colores se vuelven más puros, el olor de la tierra más penetrante y todo está mucho más diáfano, mucho más limpio. Así que más que patrullaje en su moto enduro, fue un paseo, salvo, claro está, el incidente del atropello. Había mucha gente por las calles, y el tráfico, para una pequeña ciudad como aquella, era un pandemonium ya a esas horas. Pensaba en lo que podría hacer el fin de semana mientras su moto ronroneaba entre sus piernas al dirigirse a la prefectura a toda velocidad. Podría salir con algunos compañeros a tomar un trago en algún local. Quizás salir a pescar al Lago. Siempre le invitaban y nunca accedía. Ahora podría entusiasmarse. Ir al cine o a comprar ropa en el Mall del centro a cuenta de su tarjeta de crédito. Habían llegado unos pacos nuevos, recién salidos de la escuela. Parecían niños en uniforme que les quedaba algo grande. Apenas diez meses y a la calle, asignados a algún retén o comisaría. Parecían pollitos obedientes. La calle los iría curtiendo, enseñándole las mañas respectivas, formándoles el carácter. Se harían hombres. Bueno, al menos ganarían un sueldo seguro, techo y comida proporcionada por la institución. Algunos no eligen ser pacos, viene en los genes, por decirlo de alguna manera. Linajes de pacos. ¿Qué vas a ser cuando grande?. Voy a ser carabinero, como mi papá. Y otros que no tuvieron otra, llegó el enganche y a los cuarteles. Esperar la jubilación y hacer la pega. Obedecer. Hacer cumplir la ley sin cuestionamientos. Una ley que por lo general apenas uno entiende. Seguir el procedimiento. Llenar las minutas, formular las preguntas, atrapar al malo, proteger a la niña inocente que duerme tranquila. Baldear los calabozos pestilentes. Esas cosas. Un Paco. Treinta años para jubilarse como suboficial mayor. Treinta años de servicio para que llegue un cabro de mierda rubiecito, recién ascendido a subteniente y te mandonee, por que así es la cosa. Las órdenes se obedecen y no se cuestionan. Es una institución jerárquica. Como mi suboficial Puente. Lleva 25 años y todavía es sargento. Ya se está aburriendo, le gusta más manejar el colectivo, quedarse en la casa, engordar. Sin embargo el que manda es el suficial mayor González. Chucheta el viejo. Y no se ve viejo como Puente. Si hubiese podido entrar a la escuela de oficiales lo habría hecho, pero para eso hay que tener plata, y apellido, además. ¿Qué te preguntaban cuando chico? Pim pim quié es este ¿paco o ladrón?. Y él elegía paco, siempre paco. Y manejando una moto. ¿Cuándo iba a poder manejar una moto?. ¿Ir a la universidad?. Eso es para los pijes. No hay que ni tocar a los universitarios cuando uno se los lleva presos por tomar en la vía pública. Uno no sabe de quién puede ser hijo el niño. Aunque a veces se cobra la cuenta, un par de palos o su patada en el culo cuando los agarran tirando piedras. Pero eso es un juego. Adrenalina, como dice el chico Perez que le brillan los ojitos cuando hay que ir con g-8 a una protesta. Entre trabajar de obrero o seguir la pega del taita, mejor ser paco, al menos se tiene la posibilidad de ascender, de que le suban el sueldo, y la atención médica, se puede formar una familia sin muchos sobresaltos. Además te dan crédito al tiro en cualquier banco. Es cosa de saber administrar la plata, aunque al principio no es mucha, pero tampoco al principio uno tiene mucho gastos.

¿Cuánto ganará el comandante?. Mínimo un Palo. Un general gana un millón seiscientos. Un cabo, ciento sesenta. Un Paquito raso, lo necesario para vivir. Puta, pero entre ser milico y ser paco, no hay donde perderse, Paco. Los Milicos están medio locos, aunque hay hartos Pacos locos también que anduvieron metidos en cosas raras. Como el Loco Ramírez. O el Perro Sandoval. Pero eso es parte del pasado. Como dijo mi General, la institución mira el futuro. Pero igual se deberían reasignar los sueldos. ¿Cómo es que un general gana diez veces lo que un cabo?. Y siendo que un cabo trabaja diez veces más. Los ricos son los ricos en todas partes, eso es cierto. Y se acomodan entre ellos, qué le vamos a hacer. Un paco es un paco. Hay que hacer la pega.

El menú en el casino era pescado con acompañamiento. Arroz o papas cocidas y ensalada. Se sentó a la mesa con sus compañeros y probó el pescado. Hacía tiempo que no comía pescado, y le gustaba bastante. Cuando era niño no comía nunca salvo un par de veces que lo probó ya no se acuerda dónde. A sus hermanas no les gustaba. Ni a su mamá. Así que comer pescado era botar plata. Ensartó el tenedor en la carne tierna y blanca de la merluza y probó un bocado. Estaba extrañamente deliciosa. Un sabor imprecisable se le vino repentinamente a la memoria. Tenía que haber sido hace mucho tiempo. Mucho tiempo. ¿Ocho años?. Era un cabro chico. Debía de haber tenido como esa edad aproximadamente. Probó otro bocado pausadamente. Quería acordarse. ¿De qué exactamente?. No lo sabía. Pero una necesidad imperiosa de la memoria se cernía sobre todas las cosas. Sobre la prefectura. La conversación de sus colegas. Sobre el plato de comida. Sobre su uniforme, inclusive. ¿Qué era lo que se le venía a la cabeza?. Un verano, cuando temblaba casi todos los días. Algo tenía el pescado, el sabor se le hizo repentina y extremadamente familiar. ¿Serían los aliños?. Podría ser.

- Oye, ¿gueón qué qué gueá te pasa? –Le preguntó el Tartamudo Benítez haciendo un hercúleo esfuerzo por no tropezarse con las sílabas– Parecís como si estuvierai vovolando. Te te pregunto si vamos a ir el viernes y vos ni contestai –

- Nada, compadre, es que me estaba acordando de una cosa- Contestó

- Y de qqqué gueá – trastabilló el tartamudo

- No, nada –

Terminó su almuerzo y continuó con su trabajo. El sol se empinaba al parecer firme y ya no había una sola nube surcando el cielo en alguna dirección. Sin embargo, a parte de toda su aparatosidad lumínica, el sol no calentaba mucho y podía aún ver el vapor de su aliento. Pero era sol. Sol al fin. Realizó el recorrido estipulado sin poder acordarse aún de lo que se le había repentinamente venido a la cabeza. No podría estar tranquilo si no hasta acordarse de qué diántres se trataba. Era una de sus características. Cuando algo se le metía en la cabeza no había caso de que lo olvidara hasta haberlo hecho. Podía estar horas dando argumentos en una conversación hasta lograr su cometido. Si se olvidaba de algo, no podía realizar su rutina normal hasta acordarse de qué se había olvidado. Una especie de manía, si se puede llamar manía al obstinamiento de la memoria.

Atravesó la Avenida Avendaño a toda velocidad, olvidado del tráfico, de la radio, de la gente. Sólo una cosa retumbaba en su cabeza. Recordar. Otras imágenes dispersas por el tiempo acudieron desde el nebuloso pretérito. Quebradas, cerros y finalmente un lago. O quizás una laguna, por que cuando se es niño, uno todo lo sobre dimensiona. Se detuvo un momento en las afuera del BancoRepública. Descansó su pie en la vereda y mientras miraba a los guardias azules observando al funcionario encargado de recargar de dinero a los cajeros automáticos, pudo recordarse de otra secuencia de imágenes: Un enorme pez surgiendo de las turbias aguas de la laguna, realizando los últimos esfuerzos por liberarse del anzuelo.

Miró la hora en su reloj, quizás la única evidencia que quedaba de su, podríamos decir, vida anterior. Las viejas agujas marcaban la una y cincuenta minutos. Podrían ser unos minutos más, no se le podía exigir mucho a un anciano que no había parado de funcionar en cincuenta años. Subió su pie de la vereda y aceleró el vehículo para cruzar la avenida antes de que el semáforo lo detuviera con su ojo enrojecido.

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