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La suma y la Resta

La suma y la Resta La Suma Y la Resta

Llueven llagas y las oscuras nubes encostradas se deshacen lentamente en coágulos igualmente oscuros, igualmente densos. Sabrá el plagiario mayor desde su cielo de premios y medallas por qué la niña llora, y de sus babas putrefactas trenzará la oda a la tristeza infinita coreado por todos los sapos ventrudos y siniestros de la señora Arquer. El domínico nefasto que arrastra su cofia llena de huesos por las callejuelas inundadas de penas náufragas, negrita querida, no era otro que tu cara de camello bobalicón mirando el desierto de ideas que tiene por cabeza. ¿Vendió ya su joroba?.

Nuevamente satán el triste se arrebuja en su deshilachado chamanto para protegerse de la lluvia y tira la baraja, madre mía, por qué me duelen tanto las manos. Estuviste, hijo mío, dándole al tambor de piel humana y jugando a la crucificción con un Jesús cansado de tirar los dados y de murmurar que resucitará al tercer día. Qué sale en la baraja. Que ya no resucitará más. Los pozones de meados de todos los podetas, pequeños dioses que marchitan flores y desparraman el desparpajo a los cuatro vientos, que creen que el papel les dará la nefanda gloria que persiguen como putas persiguen la redención, Magdalena, con cruces de cloro y rosarios llenos de semen.

Mira, mijita, todo está tan de revés y ya no quiero beber más de este jarabe amargo cáliz del olvido, ni darme vueltas en la cama mirando la bárbara sonrisa eléctrica del estúpido infinito que elegiste como camarada. Tomo el fusil y le descargo los veinte tiros en la cabeza y a fojas veinte del santo oficio leguleyo, termino tirando la huincha en el lóbrego calabozo de la conciencia intranquila. Esperarás al minotauro en tu laberinto privado, esperarás que te copule y te engendre un hijo minoico que volverá loco de remate al rey de reyes.

As de pica, Satán el triste ha decidido esperar al sicario para que le haga la pega sucia. Espera en la puerta del ministerio con la mochila atiborrada de c-4. Nadie lo va a creer, Nadie podrá nunca creerlo. Cuando todo vuele por los aires y el cráter humeante en medio del bullicio citadino descubra la miseria, el robo y el espanto.


Cierto, mis queridos podetas, tan rimosos como cocodrilos mutantes, tan delicados como un caldo de cucarachas, tan acogedores como un nido de garrapatas. Peleen por los laureles, escriban la hoja última de la última poesía y díganse malditos. Trafiquen esclavos y gástense parejo, adulen sus discursos empalagosos y mátense por las migajas que caen de la mesa de tío caifás y su transnacional de artículos, decretos-leyes y capitales.

Cuando la moneda canta, el ciego tendrá que llorar, y todos querrán arrancarse los ojos para no ver, y clavarse los oídos con sendos clavos del cuatro, para no escuchar, y se harán un candado chino para no perpetuar la especie inmunda que arrastra sus harapos en las bolsas de valores de Nueva York. El esclavo está sin espalda de tanto latigazo y el hambre tiene hambre de sí misma, y mientras ustedes lloran con el circo de tratados y se entretienen con la guerra televisada desde todos los ángulos, el payaso mayor y secreto les mete el pico hasta desangrarles, y los deja como guiñapos, listo para ser procesados y transformados en las hamburguesas con que envenenan a generaciones completas.

El ictiosaurio ya abandonó la ciénaga y los mosquitos se pelean por chuparle la sangre. Satán el triste lloriquea olvidado de sí mismo por que a todo el mundo le han salido cuernos, y el infierno es una pieza maloliente para echarse un polvo y alimentar a los chinches. Te acuerdas, negra, de los ventisqueros, del calor y de la lluvia. Todo eso habrá desaparecido, cuando el uranio se vuelva la nueva moneda de compra de almas, y las ballenas vuelvan al centro de la tierra cantando la desaparición de la humanidad.

Los tomos de la investigación se pierden en los cielos, y servirán de escalera para las tribus elegidas por el payaso mayor. Cabezas de números, cientos de números y miles de fórmulas apiñadas como sarro en los pies del coloso, el atlas cansado de sostener sobre sus titáneos hombros a la piedra enronchada a la que llamamos graciosamente planeta.

Mi negra hermosa, no podrás migrar esta vez, y te enrostraré tu olvido pernicioso, por que también quieres callar, por que también compraste el boleto del sorteo de la agónica felicidad y caminas en círculos con todo el ganado esperando tu turno para el matadero.

No dudo que esas costillas serán sabrosas, y que esa posta rosada se agotará en las carnicerías, pues somos caníbales, caníbales envilecidos por el crédito tránsfuga que nos abrió las puertas del paraíso plástico, caníbales dispuestos a devorar a nuestros hijos, saturnos endemoniados devorando los vástagos llorones que parimos lentamente.

El avión despegará contigo adentro y huirás al nuevo destierro al país de los incendios. Tan cerca del polo sur, tan abrazado a la masa de hielo que se derrite y que abrirá las puertas del reino de los jureles que esperan su turno al pie de la escalera imperial de la evolución.

El mensaje del presidente y las cifras macroeconómicas de nada importan en este valle de lágrimas donde los espejos son lo único cierto. Los candidatos cuentan ya los votos y se limpian el culo con los reclamos de un pueblo que de tanto reclamar se quedó sin saliva, adormilado por la amapola astuta del oropel, la culebra de cascabel con selector de canales, conexión al ciberespacio y pornografía espiritual en todas sus posibles categorías.

La suma teológica a dado paso al oscurantismo del mercado, dios a renunciado hace como mil años, y caín dirige una guerra a distancia a quijadazos nucleares. Satán el triste mendiga en las calles con su mochila repleta de explosivo plástico, y quién sabe, quizás nos sorprenda. La capacidad de sorprendernos a dado paso a la capacidad de amargarnos la existencia y de reír estupidizados al ritmo frenético de la droga oral mediática.

¿Qué harán con todo el acero acumulado, con toda la maquinaria producida cuando la última gota de petróleo sea consumida?. Dejarán que todo sea un enorme cementerio y esperarán cuatro mil años para que el tiempo haga lo suyo y esas máquinas vuelvan a traquetear por los caminos pavimentados de una civilización con alzheimer, que se caga en la cama y ya no sabe quién es. Mi negra, temo al Alzheimer, no quiero olvidarme, no quiero olvidarte, ni tu cara compungida por la pena infinita, ni a la lluvia que te acaricia la cara por que ya yo no puedo hacerlo.

Embriagados por el espanto, por la duda, por los terroríficos grifos policiales, la estampida de miserables ha vuelto voluntariamente a las cavernas, a los calabozos a tirar la huincha eterna y a jugar la partida de brisca con la pelada, que también renunció a su pega al no poder competir en el mercado que ella misma creara desde el principio de los principios con sus afiladas manos. La jubilación es exigua, pero que más se puede pedir.

Madre mía, regrésame al útero de los úteros, gran madre ovopositora, haznos nuevamente esporas, devuélvenos a las nubes interestelares que surcan los universos, con la boleta de la compra, con el embalaje original del pecado, con el plástico y la garantía, como si recién saliéramos de fábrica.

El escándalo ha sido demasiado poderoso. El robo no ha tenido mesura. Los usurpadores se usurpan entre ellos, los timadores promulgan leyes de un congreso edificado por las manos asesinas de todos los dictadores de la república. Han clonado a Portales para que pregone la democracia de los ilusos, para que el mentor de todos los malditos homicidas republicanos exprima la última gota del limón de pica, le saque el último jugo a los engranajes de las industrias y la sobreacumulación obligue a matar de miseria a cincuenta millones de personas por día.

Abolieron la esclavitud y el encomendero se puso corbata. Abolieron el miedo y todos los estúpidos compramos la farsa como antigripales en la farmacia. Nos abrieron las puertas del calabozo y nos liberaron a punta de cañonazos. Sólo que la libertad era la puta que los reparió, era un pasaporte directo a las usinas, era la libertad de ser nuevamente esclavizados con la sonrisa afable y un buenos días todas las mañanas.

Para que quejarnos tanto, amigos míos, si todos estamos bien. La última cuenta del rosario de chuchadas que les debemos, la última factura abultada con todas las cuentas que nos deben, el último tiro que tendremos que pegar en el paredón para matar a todos esos hijos de la gran reputa nos va costar sudor de sangre y lágrimas de ácido sulfúrico, e hijos de nuestros hijos, por que gratis jamás será, y se llenarán de tricheras las anchas avenidas, y se llenarán de barricadas las esquinas del mundo Post Industrial y tendrá que arder esta troya de mierda que orbita incansablemente el sol en tercer lugar.

Mañana veremos, hijos míos, padres míos. Mañana por la mañana, Y si llueve, negra, trae un paraguas, y si hay mucho sol, véngase por la sombrita.

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