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Ballenas

Ballenas 32

Y pensando que este recipiente indigno placebo monstruoso de las monstruosidades mismas salió borroso. Corrida la foto, digamos.

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Y además que estamos varados como ballenas en las costas patagónicas, masivamente sin que nadie descifre el por qué. Quizás, como ballenas cansadas de filtrar el escaso krill o de deambular arrancadas de los arpones asesinos, o por que el aburrimiento de esa gigantesca existencia las empuje al callejón sin salida de la evolución y las obligue al suicidio.

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De repente, este es un lóbrego intento desesperado de disculpas, antojadizas y levemente culpables. ¿Disculpa?, ¿Culpabilidad?. Ah!, los malditos remordimientos remordales que vienen a atacarnos cuando la luz se va diluyendo en la densa penumbra de ese cetáceo aburrimiento o cuando los infiernos bajan de categoría y se transforman en puros signos de interrogación.

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Mi perrita, no se me complique tanto con un capítulo que debería estar ya revisado y corregido, con sus respectivas notas al pie de página, autografiadas por dios o por el diablo, dadas las circunstancias particulares.

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En este preciso instante, me cuesta precisar los absolutos precisamientos para no precisarte en este instante tan terriblemente preciso, pero para no precisarte me es preciso precisar tu imprecisable miradita de nostalgia imprecisa.

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¿Para qué abordamos el último barco que deberá, indudablemente, naufragar?, y cuando se nos acaben todos los lápices, cuando todos los teléfonos estén cortados, cuando la luz se apague definitivamente, y el paraíso se llene de pobres diablos, cuando la sed nos corroya lentamente como ácido de baterías.

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Cuando varen todas las ballenas en todas las costas del planeta. Cuando no me veas, cuando yo no te vea. Cuando las reencarnaciones sean una burla y la vida persecula perseculorum un insulto.

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Cuando estemos tan solos que ni la muerte querrá venirnos a buscar, cuando se agoten los principios y los finales se hagan esta sopa de letras, amarga como el ajenjo.

- Qué sacarás de tu sombrerito de sorpresas-

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Pero tendrás una cajita con fotos viejas para capear el aburrimiento de la eterna espera a no sé dónde. Cada uno en su polo, con su propio astrolabio, con su propio norte magnético.

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Cada uno en su andén, esperando el Metro tren que nunca llegará al sur de chile. Las naves espaciales evacuando el planeta, pequeñas manchitas multicolores surcando un cielo anaranjado por el óxido. Y las ballenas cantando a coro la desaparición del hombre en las profundidades del mar antártico.

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