Blogia
vamoscayendo

Sed de sedes

Sed de sedes No apartes de mi tu cáliz amargo. Y déjame beber de las aguas tibias que emanan de tu vulva. Me reconozco en tu pupila. Me inquieto.

Aparta de mi tu cáliz amargo. Pero no apartes tus besos. La condena no existe. Los santurrones mueren crucificados y las magdalenas procrean y extienden su prole como las arenas.

Y la espera, como un fantasma. Se acurruca en los pliegues de las sábanas y se queda dormida. Y despierta con frío y sed.

Aparta de mi tus pechos y mis ojos-círculo dentro de los círculos absortos; aparta de mí el higo maduro y dulce, aparta de mí el hueco de tu codo, el revés de tu muslo, el pelo-saliva, la piel-miedo, el temor sorpresa de un jadeo sostenido y asfixiado en la penumbra.

Entonces, agazapado, organizo la retreta. Mis manos arden. El sudor es ácido de baterías. Me corroe. Te detienes en un recoveco de una pesadilla ebria. Dejas tu estela bajando las escaleras, en un zapato debajo del sillón. Te huelo en el minutero del reloj implacable, y trato de no esperarte. Nos desesperamos.

Intento infructuosamente asirte, pero te me escurres
Entre las palmas, y sediento, apoyo mi cabeza en la almohada sola, y me duermo.

No apartes de mi nada.

0 comentarios